SOR Mª TERESA

 

Reseña sobre

Sor Mª Teresa de la Inmaculada

 

Sor Mª Teresa de la Inmaculada (Mª Concepción en el siglo) Reyero Pérez nació en Cistierna, León el día 7 de Diciembre de 1926 en una familia profundamente cristiana, y vivió en León desde su adolescencia.

Recordaba con gran ternura y emoción su infancia colmada de cariño por sus padres y hermanas. Ella misma lo expresó en uno de sus muchos poemas: 


 “Entre ríos y montes pintorescos, en medio de paisajes ideales, viví la infancia de una luz sin nubes, la alegre juventud de anhelos grandes. ¡Oh León! ¡Oh mi patria chica amada! ¡mi ciudad eucarística! ¡mi ensueño! ¡Que iluminaste tantos de mis días!.. ¡te invoco siempre con cariño inmenso! En un hogar caliente como un nido de noble tradición patria y cristiana, crecieron como flores nuestras vidas, bajo paterna y maternal mirada…”

         A los 14 años perdió a su padre, por el que sentía un cariño y una admiración muy grandes, por lo que, según ella, quedó sumida en una gran pena. Le parecía imposible poder recuperar la alegría familiar de la que siempre había gozado. Lo que se puede apreciar en esta foto:

    Siendo adolescente entró con una amiga en las filas de la Acción Católica.  Cultivó mucho su vida de piedad, con la Misa y Comunión diaria y oración personal,  pasando largos ratos con Jesús Eucaristía en San Isidoro.

         Realizó la carrera de Comercio y, acompañada espiritualmente por los jesuitas se decidió a entrar en nuestro Convento. Así expresaba ella misma la llamada del Señor:

         El día de la Ascensión de 1948, terminada la Misa solemne en la parroquia, me quedé después de comulgar en profunda oración, gustando la intimidad con Jesús que se me comunicaba suavemente. Sentí entonces que Él me quería en la vida contemplativa, escondida para siempre en Él. Con muchas lágrimas de ternura y de alegría le dije al Señor que sí, que estaba dispuesta a dejarlo todo por Él. Y es que me parecía imposible que tuviera conmigo tal dignación... me parecía un sueño. Por eso sentí una felicidad enorme al descubrir en este dichoso día que era verdadera llamada.”  

Ingresó en el Convento el día 29 de Mayo de 1950, lunes de Pentecostés. Junto con la familia la acompañaron muchas jóvenes de Acción Católica, que lloraban desconsoladas pensando que la habían perdido para siempre. Pero como bien ella dice:

“No era así: en  mi oración iban a estar siempre presentes. Con mi oración podía abarcar el mundo entero y atraerlo al Reino de Cristo. Pues en la vida contemplativa yo buscaba ciertamente a Jesús, vivir en su casa. Su amor esponsal era lo que me atraía, pero también su Reino: que Él sea conocido y amado por todo el mundo. Porque para mí la vida es Cristo; sólo su amor indiviso y total es el que me atrae y llena plenamente. Él es el Bien supremo, la Felicidad total: este conocimiento de Cristo es el que hay que transmitir a las almas.”

Las que hemos vivido con ella, damos testimonio de que efectivamente para ella la vida era Cristo, hecho Eucaristía,  como amor entregado, partido y compartido; un amor en el que todo le parecía poco para corresponder, por eso su divisa era agradecer, adorar y amar.  Lloraba y sufría cuando veía que el Amor no era amado, adorado y correspondido. Creía ciegamente y experimentaba que Jesús Eucaristía sería siempre nuestra Custodia,  como había prometido a la Seráfica Madre. Repetía mucho:

“Hijas mías el Señor tiene un designio especialísimo sobre  esta Comunidad”.

Tomó el hábito el 30 de Noviembre de 1950; hizo su Profesión temporal el 8 de Diciembre de 1951 y la Profesión solemne el día 9 de Diciembre de 1954.

Desde muy joven recibió la misión de maestra de novicias, ¡con qué empeño y con cuánto sacrificio y oración fue guiando nuestros primeros pasos en el seguimiento de Jesús!  Este mismo empeño  siguió durante toda su vida, pero sobre todo, en el tiempo en que desempeño el servicio de Madre. Cuidaba mucho la observancia religiosa, el espíritu seráfico, la Formación permanente, a la que siempre le dio gran importancia, etc. ¡Cuántas noches sin dormir preocupada por sus hijas…! En la caridad era exquisita, y su amor a la Verdad no le permitía pactar con el relativismo (¡y qué más da!). Por ello se sabía siempre lo que pensaba.

En la contemplación de la oración de Jesús en Getsemaní, veía compendiada toda su Pasión, por eso mientras su salud se lo permitió, ejercitó ante el Sagrario, la Hora santa de los jueves.

Desde julio de 1972 a mayo de 1979 permaneció en la Comunidad de Santa Marina de Zamora, por la que siempre guardó un recuerdo cargado de cariño y gratitud.

Su legado espiritual, literario-poético es riquísimo. Entre sus escritos encontramos: “El Poema de Jesús”, “Historia de un seráfico amor”, “Una aventura sorprendente”, “Leyenda medieval”, Himnos litúrgicos, Comentarios a los escritos de San Francisco y Santa Clara, Cuadernos de formación para las novicias, obras de teatro para las fiestas…

Vivió su ancianidad con mucha paz, y asumiendo con amor las grandes limitaciones que se iban presentando con los años.

En la etapa final de vida se cumplió totalmente su “Ofrenda al Amor”.

El día 15 de abril de 2017, Sábado santo,  se cayó fracturándose el fémur y la cadera. Se la llevó al hospital y en urgencias ya nos dijeron que la operación suponía un riesgo altísimo y los dolores muy fuertes. Quedó hospitalizada, y recibió la Unción de enfermos con gozo y pleno conocimiento. Día y noche dos hermanas permanecían con ella. Se sufría y se gozaba a su lado.

Falleció el día 5 de Mayo de 2017, rodeada del cariño y la oración de todas las hermanas. Su rostro reflejaba felicidad, paz, serenidad, bondad. Quedó como un niño cuando se duerme plácidamente en los brazos de su madre. Ella descansaba ya eternamente en el Corazón de Jesús. 

 

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