11 de Mayo de 1972
Día luminoso y lleno de alegría. Cristo sube a los cielos entre
cantos de júbilo, todo es en Él luz y hermosura: luz en sus ojos, en cuya
mirada amorosa envuelve la tierra; luz en sus manos, que bendicen y derraman
toda dádiva divina con infinita generosidad. Yo he experimentado tus larguezas
en este día, ¡Oh Jesús amadísimo! Has sido conmigo espléndido y dulce, más de
lo que se puede decir.
Un día como hoy, (30 de Mayo de 1935) me diste tu primer beso
eucarístico y aunque no permitiste que quedara en mi alma ningún recuerdo
espiritual de ese dichoso día, la dejaste, sin duda, marcada con el sello de tu
predilección. ¡Gracias!
Otro día como hoy (7 de Mayo de 1948), me hiciste otro inmenso
regalo: después de la Comunión, fuertemente conmovida por tu presencia, escuché
por primera vez tu llamada a la virginidad, para que mi corazón fuera solo tuyo
y para siempre.
Esta íntima confidencia tuya de mi vocación dejó en mi alma una
dulzura imborrable que jamás he podido olvidar y siempre he recordado con honda
emoción. Cada año te doy gracias en este día por esta gracia y recordándola he
querido hoy pedirte otra semejante, cuyo deseo me has inspirado con
insistencia. Esta ha sido mi petición mientras mi alma se inundaba de dulzura:
¡Oh Jesús! Lleva mi desposorio de amor a su último grado y haz que permanezca
hasta la eternidad. Que nadie pueda destruirla jamás y que a través de todas
las vicisitudes de mi vida, Tú cuides de que este lazo se haga cada vez más
estrecho e irrompible.
Al suplicarte esta gracia, mientras descansabas en mi corazón, puse
por testigos de este contrato de amor a mi Madre, la Virgen Santísima y a mi Ángel
bendito. Sentí que todo mi ser se inundaba de inexplicable dulzura y tuve la
íntima persuasión de ser escuchada; por eso mi gozo no puede expresarse. Mis lágrimas
te han hablado de agradecimiento y de amor inconmensurable y he quedado anonada
bajo el peso de tanta gracia y de tanto amor. ¡Te amo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario