Miércoles de ceniza
“Convertíos, rasgad los corazones, no las vestiduras…” (Joel 2, 12-18)
“Ahora es el tiempo de la gracia” (2 Cor 5, 20)
“Cuidad de no practicar vuestra justicia para ser vistos de los hombres”
(Mt 6, 16-18)
La Cuaresma es tiempo de conversión a una vida de más fervor, de más intensidad y amor. Es tiempo de reparar lo pasado y empezar de nuevo con el arrepentimiento del corazón y la confianza ilimitada en la misericordia divina. Eso será aprovechar la gracia de la salvación.
Y Jesús me enseña cómo he de realizar esta conversión, ejercitándome en las virtudes tan importantes como son la caridad, la oración y el ayuno .
1º.- Caridad o limosna: daré la limosna de mis servicios, de mi sonrisa, de mi disponibilidad a cuanto se me pida, con espíritu sobrenatural y con el fin de agrada a Jesús y a mi Padre celestial.
2º.- Haré la oración más atenta, más humilde, más amorosa y entregada en el silencio de mi interior, en este coloquio como estoy ahora, cálido y confiado de hija que habla con su Padre con entera libertad y confianza.
3º.- Ayunaré materialmente, pero sobre todo espiritualmente, procurando no cometer faltas ni imperfecciones.
Este es el programa cuaresmal que Jesús me señala, y que yo quiero recoger con prontitud de ánimo.
¡Oh Jesús! Contigo siempre en la caridad, en el ayuno, en la plegaria. Contigo, para escuchar tu voz y tu palabra, en el silencio de mi oración y poder dedicarte mi amor y ofrecerte una vez más mi vida. Contigo quiero entrar por la senda de la cruz para aprender a sufrir contigo. Contigo quiero morir para resucitar contigo a una vida nueva: Contigo quiero vivir. ¡Siempre contigo!
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