martes, 2 de febrero de 2021

2 de Febrero

 

2 de Febrero-1975

“Ahora, Señor… puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador” (Lc 2)

            Simeón conservaba aun en su vida un solo deseo y una esperanza: poder ver al Salvador del mundo. Se lo había revelado el Señor; y el mismo Espíritu Santo lo impulsó hacia el templo. Allí acudió con Jesús la Virgen Santísima para cumplir la ley, y allí Simeón proclamó lleno de alegría su encuentro con la Luz.


 

            En brazos de la Virgen, como en una carroza triunfal entra en su templo el Enviado de Dios,  el “Mensajero” anunciado por los siglos, la Luz que había de alumbrar a las naciones y la gloria más grande de Israel.

            Con el bendito anciano, oh Jesús, quiero aclamar y anunciar tu presencia aquí en tu templo. Aquí sigues siendo nuestra luz y nuestra alegría, la esperanza única de nuestro corazón. ¡Mi Jesús!  también yo tengo un solo deseo en este mundo: el de servirte y poseerte con mayor intimidad cada día. ¡Madre! sírvate de consuelo para mitigar tu anunciado dolor, los frutos de una redención tan copiosa. Mírame iluminada por Jesús, salvada por Él. Dame que pueda tenerlo en mis brazos y en mi corazón todos los días de mi existencia. Y conmigo y como yo tantísimas almas.

            Haz que nuestro amor sea ante el mundo anuncio de la luz y de la vida.

            ¡Oh Jesús! Para mí no puede haber discusión ante tu Bandera. ¿Puede caber opción entre la luz y las tinieblas, la verdad y el error, el amor y el odio? Yo opto sin condición por la Luz, la Verdad y el Amor. Te sigo con alegría, Bandera mía adorada; quiero izarte gloriosa  y triunfadora en medio  de las tinieblas, de las heridas del combate, de las tribulaciones del camino… Tú me guías, tú me salvas, abrazada a Ti quiero morir de amor.

            ¡Madre mía! Recoge mis anhelos y une mi oblación con la tuya y con la de Jesús en este día, y cobijada por el Espíritu Santo sea así inmensa la gloria del Padre.


 

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