sábado, 16 de enero de 2021

16 de Enero

 

18-1-1975

“Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia para alcanzar misericordia” (Heb 4, 16)

“No necesitan médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mc 2,17)



¡Oh Jesús! Recogiendo con júbilo la invitación del Apóstol, me acerco a Ti con ilimitada confianza porque en esta página evangélica te me revelas tan bueno, tan asequible, tan misericordioso, que mi corazón se siente esponjado y lleno de alegría.

            En el  llamamiento a este humilde publicano, e invitación a tu mesa de toda esa gente de mala fama, por la que los “justos” fariseos sentían un profundo desprecio (“¡De modo que come  con recaudadores y pecadores!”) veo tu condescendencia infinita, y que en verdad has querido levantar y recoger con ternura de madre a todo lo despreciado por el mundo.

            Por eso me siento más cerca de Ti, porque mi fama está deshecha y mi prestigio olvidado.

            Creo en tu amor inmenso y en el poder de tu mano de médico divino que me conforta y levanta.

            Tú eres mi Padre y mi Protector porque me siento en la abyección y en el desamparo. A eso has venido: a llamar a los pecadores. Tú conoces hasta el fondo mi vida y sabes que jamás he confiado en mí misma, sino en tu gracia y en tu amor.

            Acógeme, Rey y Esposo mío, en la intimidad de tu amistad divina, en el nido caliente de tu Corazón. Ahí siento un descanso único, una seguridad infinita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario