Llegó al lago: sus amigos
se encontraban laborandoen sus oficios de siempre;
echando la red, pescando.
El lago estaba tranquilo
como un cristal reluciente
en cuyo suave oleaje
se viera el barco moviente.
Allí estaban Pedro y Andrés
en su ruda embarcación;
y Juan, Santiago y su padre
no muy lejos, en acción.
Jesús se acercó y les dijo:
-¡Venid, ya llegó la hora!
Seréis pescadores de hombres,
acompañándome ahora.
Pedro y Andrés lo dejaron
todo en aquel mismo instante
y lo siguieron con gozo:
¡Jesús era fascinante!
Y lo mismo Juan, Santiago,
dejaron con prontitud
a su padre, y le siguieron
con toda solicitud.
A encontrarse con los otros
fueron, en grupo animado.
Jesús les explica a todos
su proyecto ya ordenado:
Tendrán que dejar su casa,
libres de todo cuidado.
-Sí, Maestro, lo aceptamos-
dijo Pedro decidido.
Pero ¡ven!, que te conozcan
los familiares queridos,
y cenarás con nosotros,
con todos juntos reunidos.
Así empieza la aventuraque cambiaría sus vidas
de un modo tan radical,
que no serán conocidas.
La noche estaba apacible,
cuajado el cielo de estrellas;
estas nuevas aventuras
serán en extremo bellas.
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